Me ha tocado profundizar en una parte de mí que llevaba muchos años amordazando.
He visto una historia en la que, dos hermanos transexuales, relataban como al tomar la decisión de cambiar de sexo, lo que más les importó fue saber que pasara lo que pasara siempre se iban a tener el uno al otro.
Mientras ellos seguían hablando, me he abstraído a la idea de la incondicionalidad. He estado un rato especulando a quien podría considerar de eterna confianza en mi vida, y según brotaba una cara ésta era descartada fugazmente.
Hago una lista, de esas que se borran con las distracciones, en la que catalogo a las personas en las que he podido confiar alguna vez. No me sorprendo, casi todos son hombres. Debe ser por lo de siempre, con ellos no me he sentido juzgada. En cambio, las mujeres han durado más tiempo.
Se perfectamente por lo que es, aunque me duela reconocerlo, me crié con una situación recurrente: mi madre o mi hermana (a veces las dos) cascaban alguna situación que, para mí, era íntima o que, simplemente, no quería que se revelara.
En toda mi vida no he sido capaz, ni siquiera, de confiar en MI MADRE y MI HERMANA. Cada vez que intento pensar en un momento en el que les haya hecho alguna confesión, irrumpe el recuerdo de alguna situación en la que el bochorno y la sensación de inseguridad me hundían el pecho y me bañaban en sudor.
Es curioso que aun siendo consciente de que me rodeo de gente por la que pondría mi vida en juego, hay cosas que sería incapaz de desvelarles. Me da miedo volver a vivir aquella situación en la que me sentía desprotegida y avergonzada.
Tal vez, a esto se deba mi continua sensación de soledad. Nunca he sentido esa sensación de vínculo inseparable, esa amistad de amor a primera vista. Mis grandes amistades no están forjadas por una pasión cegadora ni por un flechazo arrebatador de sol y arena, todo lo contrario, se han construido en base a valores, tiempo, dedicación y compresión.
Nunca me ha faltado cariño, pero ¿cómo voy a saber lo que es vivir si nunca voy a confiar tanto en alguien como para dejar mi vida a su merced? ¿acaso es vida si no has sido capaz de taparte los ojos, ponerle la mano a alguien en el hombro y tirarte al vacío?
Siento que la única opción es abrirme en canal ante alguien y esperar que me devuelvan lo mismo. A lo mejor, será la única forma en la que consigamos sentirnos como iguales y, así por fin, tener la obligatoriedad de confiar en esa persona.